Opinión

Distopía

El perro del hortelano

"Nunca ha estado mal vista esa labor canina entre los míos, pues a fin de cuentas, nuestro cometido es precisamente no dejar obrar mal hacia nuestros amigos y sus posesiones."

Guau, queridos lectores.


En esta entrega voy a explicarles un viejo oficio de mi especie y comentaré algunas similitudes con el actual proceder de los seres humanos. El cometido del perro del hortelano es muy simple, impedir que alguien entre en un huerto a hurtar, es obvio. Ahora bien, aquello de que ‘ni come’ es relativo, pues las sobras de aquellos guisos, ahora piensos, llevan productos del propio vergel, evidente.


Muchos pensarán que el refrán en cuestión procede de la comedia teatral del Siglo de Oro, de Félix Lope de Vega y Carpio “El perro del hortelano”. Pues me temo que no, pues ya aparece documentado en la literatura arábigo-andaluza de principios del siglo XI. Así pues, en este caso, podemos aplicar que “de casta le viene al galgo”, con todos mis respetos al Fénix de los Ingenios.



Aclarados estos dos asuntos, que no son baladíes, decir que nunca ha estado mal vista esa labor canina entre los míos, pues a fin de cuentas, nuestro cometido es precisamente no dejar obrar mal hacia nuestros amigos y sus posesiones.


Estoy seguro que cuando he planteado escribir sobre la analogía de comportamientos entre el perro del hortelano y algunos de ustedes, muchos han pensado, irremediablemente, en un personaje en concreto; el funcionario, ese trabajador abrumado por la burocracia que le somete ante cualquier decisión o trámite. Pero no vayan a pensar que es el único. Los hay de todas las clases y condiciones.


Otro ejemplo claro de este proceder son algunos trabajadores de la hostelería, esos que al llegar al restaurante le preguntan sin acritud: ¿Tiene reserva? Y uno se percata que el restaurante está casi vacío.


O empiezan a poner trabas a la hora de solicitar un plato determinado, forzándote a comer lo que ellos quieren. También existen, en este gremio, aquellos que se inmiscuyen en cualquier conversación, como si les fuera la vida en ello.


Tampoco faltan en estos ejemplos empresarios o responsables de equipos. Los primeros, suelen ser personas influenciables, que se dejan llevar por el “cuñao” de turno y acaban paralizando sus negocios, o mareando la perdiz concurriendo en retrasos y errores claves para sus propios intereses.


Los segundos, suelen ser personas que no quieren salir de lo que el amo de la mano que me da de comer denomina “zona de confort”, es decir, dan el no por respuesta ante cualquier iniciativa que suponga más trabajo y esfuerzo.


Estos, además, suelen influir en su jefe, sirviendo de auténticos filtros ante posibles propuestas susceptibles de modificar sus estatus.


Por último, me van a permitir que dirija la semejanza del Perro del Hortelano con la clase política. Con la iglesia hemos topado, amigo lector y cuanto más alto sea el cargo, peor. Da igual que sean concejales, diputados o senadores. Cuantos más sean más tiempo libre tienen, y saben que, si el diablo se aburre, mata moscas con el rabo, y es, en ese momento cuando empiezan a tener ocurrencias que encajan a la perfección con nuestro refrán.


Me llevaría muchas columnas poner ejemplos, pero valga como botón, una Ley aprobada en 2007 en un poblado mejicano, en Actopan Hidalgo, denominada “Ley contra gorrones” que obligaba a todo individuo que se colara en una fiesta privada, sin invitación, a pagar una multa de 2500 pesos o, en su defecto, pasar tres días en el calabozo. ¿Se imaginan, esta Ley en España? Guau…

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